Resumo
En 1999, luego del triunfo de Hugo Chávez Frías en las elecciones presidenciales de Venezuela, inicia en la región sudamericana un proceso profundo de reconfiguración política que adquirió la denominación de progresismo. En poco tiempo, el escenario electoral latinoamericano vio aparecer nuevos actores con proyectos opuestos a la dependencia generada en torno a los Estados Unidos. En ese mismo año, Jiang Zemin, cumplió 10 años en la presidencia de la República Popular China, nuevo socio comercial de América Latina junto a países como Rusia e Irán. En este escenario, el sistema neoliberal encendió las alarmas en la región con el colapso de la economía argentina, las crisis sociales y políticas que estallaron en Ecuador y Bolivia, y el descontento generalizado frente al abordaje ortodoxo con el que se enfrentó tradicionalmente las crisis económicas, el cual profundizó la dependencia de los organismos de crédito internacional como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM). En 2003, otro gigante sudamericano se unió al ciclo de gobiernos progresistas, con la llegada de Luiz Ignacio “Lula” da Silva a la presidencia de Brasil. De pronto, una relación que si bien era importante en lo político se tornó indispensable para comprender la realidad económica de América del Sur, particularmente la de Venezuela y Brasil, países que ya cuentan a China como su principal socio comercial, junto con Chile y Perú. Durante la primera década del siglo XXI, la relación entre China y el continente americano, particularmente la dirigida por gobiernos progresistas, entró en un periodo de luna de miel pues se articuló con un auge global de las materias primas. Por tanto, se puede decir que el despunte económico chino de la década de los 90 se convirtió en el combustible para los proyectos de la primera ola del progresismo, estableciendo un puente entre los proyectos económicos chinos y el proyecto político progresista a lo largo de la región. Por tanto, la investigación aborda el rol preponderante que ha adquirido China como nuevo socio comercial de América Latina, partiendo de la oportunidad que significó para el gigante asiático la ola de gobiernos progresistas desplegada en la región, la cual inicia con la llegada de Hugo Chávez a la presidencia de Venezuela. Dicha relación, que paulatinamente ha evidenciado su asimetría y la configuración de una nueva dependencia en la región, se analiza en el marco de la relocalización de China desde la periferia al centro de la economía mundial. Para abordar el tema, se toma los casos específicos de Venezuela y Brasil, dos de los países con mayores reservas de recursos naturales y energéticos del mundo.

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